El achacoso anciano con su pálida sotana olor a incienso vencido y sudor a cera derretida, terminada la misa negra se dispuso a ofrecer en venta agua bendita hecha de las lágrimas de Judas y hostias caducadas.
Los feligreses, creyentes convencidos de su poder milagroso, hacen filas para comprar los frascos manchados en hongos verdosos.
Por: Rodolfo Isaac Méndez (2025)
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