"Hágase en el tiempo infinito"—pensó en su magnificencia—, decidió que era el momento sublime de dar principio a la existencia. Día y noche, mares y tierra, cielos y estrellas, varón y hembra a su imagen. En este último experimento estuvo el error; herido en el costado por aquel puñal de hueso perdió su cetro, cayó y fue expulsado, encarcelado en lo profundo de las mazmorras de las congregaciones, azotado por las calumnias de falsas promesas y testamentos escritos en su nombre sobre hojas manoseadas en versículos.
Por: Rodolfo Isaac Méndez (2025).
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